Al paso, mientras escribe sobre sus filosóficos asuntos, María Zambrano desgrana los mecanismos de la apropiación intelectual… y natural.
Ella es muy reina y lo explica así, de pasada, mientras habla (escribe) sobre el número y el alma en su obra El hombre y lo divino. Como quiere que todo el mundo pueda entenderlo, María Zambrano da un ejemplo claro y explica que fueron los que llama «filósofos del número», antes que los filósofos de la letra y la palabra, quienes descubrieron el alma. ¿Quién se acuerda de esto? Más aún, ¿a quién le importa?
Que Aristóteles eche el guante a esa alma pitagórica, «la sistematice, nada quiere decir; estaba ya ahí y no era eludible. Al contrario, era lo que había que conceder al pitagorismo, sin decirlo. Pues a partir de Aristóteles sucederá algo muy normal con el pitagorismo». Lo que sucederá, y lo que Zambrano pasa a describir con toda tranquilidad y elegancia es el mecanismo del muerto –el vencido– al hoyo y el vivo al bollo… en el plano intelectual. Básicamente, “lo que normalmente sucede con los vencidos, en cualquier historia de que se trate». Y establece una especie de pasos que parecen instrucciones de tantas veces como se ha visto llevar a la práctica el procedimiento. Lo que faltaba era nombrarlo, escribirlo. Así describe María Zambrano la receta la apropiación cultural:
1 «se toma de los vencidos lo que hace falta sin nombrarlos»;
2 «se les concede la razón ineludible, mas apoderándose de ella, y trasladándola al campo del vencedor,
3 este la tomará «con tranquilidad de conciencia, tanto que bien puede no darse cuenta de lo que hace».
4 «Todos los vencidos son plagiados, en el sentido amplio de la palabra ‘plagio’, que puede llegar a ser hasta el desenvolvimiento, el desarrollo de un tema inicial; hasta el rapto de una figura representativa».
5 «La suerte de la razón del vencido es convertirse en semilla que germina en la tierra del vencedor”.
6 Para completar la operación con éxito total hay que echar tierra encima y tiempo de por medio: «La semilla, toda semilla, ¿no está vencida cuando es enterrada? Y cuando revive de entre los muertos, donde se la arrojó, es porque se ha vencido enteramente a sí misma».
Y ya está. Voilà la transformación. Se enterró una cosa y ha florecido otra que estaba en ella, pero de la que nadie se acuerda. Operación completada con éxito. Zambrano vuelve a su ejemplo del alma: «Semilla órfica y pitagórica, esplenderá en el pensamiento aristotélico. Y siempre será así para cualquier semilla pitagórica; nacerá en otro suelo, bajo otro nombre (…). No importa».
* Ilustración de portada a partir de la cubierta del tomo III de sus Obras completas (Galaxia Gutenberg, 2011)