Es lo que afirma el protagonista del libro Las estatuas del agua, de Fleur Jaeggy. Se llama Beeklam y vive solo en un sótano de la ciudad de Ámsterdam rodeado de estatuas. Con ellas habla, recuerda, piensa… ¿Sirven para algo esos datos? ¿Se sabe o se entiende algo más del libro o de su autora? Absolutamente no. Es mejor poner la oreja detrás de la puerta y escuchar… Ese placer.
«Yo no creo en nada, tan solo creo que traicionar es bueno, creo que está bien transgredir en parte las órdenes, no necesariamente algo que nos proporcione bienestar a nosotros mismos, sino más bien algo que proporcione infelicidad y desesperación a los demás. No he mantenido mi palabra; pero qué es mi palabra, yo no tengo palabra, aunque hablo como un espectro. Usted me mira sin hablar. O está a punto de anunciarme mi muerte. Algo deberá pues llamarse destino. tendremos que ponernos de acuerdo, ma belle. Yo traiciono y usted coge».
Las estatuas del agua, de Fleur Jaeggy. Editorial Alpha Decay