El poeta (y traductor y novelista) afincado en España, Abdul Hadi Sadoun publica en Calambur Memorias de un perro iraquí. Un libro donde un galgo cultivado, sensible (y hasta vegetariano temporalmente) explica hasta qué punto llegar a ser perros los seres humanos.
Desde la primera línea de Memorias de un perro iraquí (editada por Calambur), su autor, Abdul Hadi Sadoun, hace explícito su homenaje y su historia de amor con Cervantes: “En un país, de cuyo nombre no quiero acordarme, me hallo hoy para dejar constancia, hasta el último ladrido que exhale, de estas memorias que han surcado mi vida”. Y en eso consiste el libro que viene a continuación: una novela donde un galgo, Líder, cuenta lo que le ocurrió desde el nacimiento hasta su postrera hora en compañía, o en dolorosa ausencia de su querido amo y en tiempos de Aquelllamadotambienlíder. La palabra designará al innombrable, al caprichoso y funesto dirigente que como una sombra pegajosa acompaña el relato. Pero ojalá fuera solo el relato: durante décadas, los habitantes de aquel país sintieron como aquella sombra se materializaba para su desgracia –como ocurre también en la narración– en disparos de desconocida procedencia, en advertencias que en realidad son amenazas, en expropiaciones, en saqueos, en persecuciones, cacerías, reclusiones… Incómoda, al principio, invivible, al final y peligrosa siempre, así es la vida de quien lleva sobre la cabeza la sombra de Aquelllamadotambienlíder, de uno de los Aquellosllamadostambienlíderes que nunca acaban de morir, porque nunca paran de nacer y siguen atemorizando al mundo con sus grises, parecidas, sombrías maneras.
El maravilloso perro Líder es un galgo sofisticado que no solo comprende distintos idiomas sino que intenta participar a su manera, a ladridos, en las conversaciones de su amo, que disfruta con el placer de la lectura, pero que además de ser un animal cultivado es un as para la caza. También tiene sus leyes, sus principios (se hará vegetariano contra su naturaleza después de una sangrienta sesión de caza) y tiene una virtud que brilla sobre todas las demás; es leal. Leal en la presencia y en la ausencia de su amo, en la esperanza del reencuentro y en la desesperanza de su muerte. De hecho, si hay que definir la novela con una sola palabra esta es una novela sobre la lealtad.“Me cuestionaba, qué sentido tendría la vida de un perro sin amo, sin familia, y en un país en ruinas al borde de la devastación total”, reflexiona Líder. El cruel contexto en el que se desarrolla esta amistad funciona como una especie de difuso protagonista, que va impulsando y arrastrando en ocasiones a la pareja que forman Líder y su amo. Pero no es una historia de buenos o malos, no es tan sencillo el planteamiento porque nunca lo son las decisiones que alineadas una tras otras van haciendo el camino: “Algunos lo llaman destino –habla Almualim, el dueño de Líder–, pero para mí es el camino: el camino por el que avanzamos y que trazamos por nosotros mismos hasta aprender que todos y cada uno de nosotros, desde que nacemos hasta que morimos, no somos más que un sendero, nos guste o no, que atravesamos solos o en compañía”.
Es poderoso el contexto, la raza y la tierra. Sabemos de que habla Líder cuando exclama al final de su relato: “¡Caramba! Uno no deja de ser una bestia descerebrada. La ira y el odio es lo único que mueve el mundo en que vivimos y ¿qué mundo es este? El infierno en sí mismo, sin sombra de compasión ni espacio para el cariño. El mismísimo infierno”. Pero sabemos también que la bestialidad no es preceptiva de los animales y que tampoco la delicadeza, la generosidad y la lealtad tantas veces son cosas de quienes visten ropa. Valga la novela, con las exquisitas sensibilidades de Líder y su dueño y también con las perrerías de Aquelllamadotambienlíder para dar cuenta de ello.